Mensaje de Navidad 2015 del Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros
Iglesia Episcopal Antigua de tradición Católica y Apostólica.
Como el mismo Cristo “el hombre no nace en la naturaleza. No nace desde los elementos hostiles, ni de los astros o vegetales. Nace desde el útero materno y es recibido en los brazos de la cultura. El hombre por ser un mamífero nace en otro y es recibido en sus brazos. Si fuéramos vivíparos, como los peces por ejemplo, podría hablarse de que la experiencia proxémica, hombre-naturaleza, es la primera. El pececillo debe defenderse solo en las infinitas aguas que lo rodean hostiles. El hombre en cambio nace en alguien, y no en algo; se alimenta de alguien, y no de algo.” (1)
“Y un día sucedió que “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón." (Lc 2, 7; RV 1960).
Que aquel Cristo que nació del vientre de una mujer virgen y en un pesebre, renazca cada día en nuestros corazones.
Si analizamos nuestro entorno; constataremos que la catedral inmensa que nos envuelve es el mundo, todo lo que está ahí es para disfrutarlo, para dominarlo “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 28; RV 1960); pero dentro de ese macro lugar que es la casa compartida, antes debemos ocuparnos en reconstruir dos lugares: el pesebre y el refugio.
El pesebre es ese lugar humilde, santo, donde nacimos y crecimos, y el cual un día dejamos para formar otro: el hogar. Ese segundo vientre, exterior y material, nos permite sentirnos seguros, cómodos, plenos y desde esa comodidad familiar, ir creciendo, madurando, preparándonos día a día para interactuar con nuestros semejantes. Hermanas y hermanos iguales que nosotros que esperan allí afuera, en ese gran universo lleno de tensiones e ilusiones, un aporte bueno y solidario, para el bien común.
El refugio es ese lugar intimo en el que inhabita Cristo con nosotros, ahí elevamos nuestras más profundas plegarias, en Gálatas 2:20 mediante una escritura penetrante; el apóstol Pablo escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Aprovechemos este tiempo, no esperemos más y aportemos mediante nuestra voluntad y acciones el crecimiento del Cristo en nuestro interior.
La Biblia dice claramente que nosotros debemos ser el templo en el que habita Dios (2 Corintios 6:16). Dios y Cristo viven en nosotros por medio del Espíritu Santo (Romanos 8:9-11). Por lo tanto, el grado en que Dios y Jesucristo moren en nosotros depende del grado en el que sigamos la guía del Espíritu Santo y utilicemos su poder para realmente llegar a ser como Dios el Padre y Jesucristo, en cuanto a su naturaleza, carácter, espíritu, actitudes, enfoque y amor.
El macro lugar que Dios pensó para nosotros está agonizando: una sobre explotación de los recursos no renovables; el cambio climático adverso; las guerras se multiplican; el narcotráfico avanza; los terroristas enloquecen; el capitalismo sigue engordando; persisten las discriminaciones de genero, sexuales, raciales; el gran drama de los refugiados; los 43 estudiantes mexicanos no aparecen; las masacres de Palestina, Francia, Irak; Haití; los indígenas siguen luchando por sus tierras; el egocentrismo político dividendo a las personas; se construyen nuevos muros; el hombre es lobo del hombre…nada responde a Dios y todo es causa de la persona humana.
Siempre es bueno repensar un nuevo pesebre, rediseñarlo, cuantas cosas de más y cuantas cosas de menos…concentrarnos en tener lo suficiente para vivir en equilibrio y ayudar a los otros a que lo logren, estas acciones nos llevarán a la armonía entre las personas y luego reflejarán en la Paz para todas y todos.
Apelando a la razón y a los mensajes de los grandes iluminados de la historia: todo comienza en el interior de la persona; en ese refugio donde día a día nace o muere nuestra parte divina; allí decimos los cristianos esta Cristo. Esa parte divina está en todas las personas buenas y malas; pero es la obligación de aquellas de buena voluntad trabajar en ese refugio para afinar al máximo los instrumentos de nuestra humanidad, para salir hacia afuera a dar lucha y construir ese mundo pacífico que antes lo soñó y lo diseñó Dios; ese mundo que Cristo antes del Cristianismo comenzó a reconstruir con acciones.
Queridos hermanos y hermanas, Cristianos, creyentes en Dios, hombres y mujeres de buena voluntad ¡accionemos! un mundo mejor es posible, y es posible desde nuestro refugio interior hacia afuera; que la luz interior de cada uno, al igual que la estrella de Belén ilumine a partir de esta Navidad un nuevo mundo: justo, solidario y en Paz.
Juan Carlos Urquhart de Barros
Arzobispo
Iglesia Episcopal Antigua de tradición Católica y Apostólica.
Nota:
(1) Dussel, Enrique; Filosofía de la liberación. Cap.2 De la Fenomenología a la liberación. Proximidad originaria, pag 29. Ed. La Aurora. Buenos Aires. 1985.-
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