El Ministro Laico Solís Vidarte, fue ordenado Diácono en la ciudad de Montevideo - Uruguay, el día domingo 21 de octubre de 2018 por manos del Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros, en el transcurso de la Santa Misa.
Mediante Decreto del Arzobispo y avalado por el Consejo Sinodal de la "Iglesia Católica Episcopal Antigua" fue nombrado como canciller para la "Diócesis de Río Grande del Sur Brasil"
Coro evangélico que amenizó la celebración.
El Ministro postulante Solís Vidarte acompañado por la Comunidad
Palabras de Bienvenida del Arzobispo Juan Carlos
Lectura del Decreto de Ordenación por parte de la Secretaria de la Iglesia
Presentación del Candidato a Cargo de la Reverenda Diácona María Cristina Ruibal Pino.
Primera Lectura del día.
Salmo cantado.
Segunda Lectura del día.
Lectura del Santo Evangelio.
Homilía:
El ejemplo de san Pablo, que vivía como apóstol totalmente consagrado, pues había sido "alcanzado por Cristo Jesús" y lo había abandonado todo para vivir en unión con él (cf. Flp 3, 7.12). Se sentía tan colmado de la vida de Cristo que podía decir con toda franqueza: "No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20). Y, con todo, después de haber aludido a los favores extraordinarios que había recibido como "hombre en Cristo" (2 Co 12, 2), añadía que sufría un aguijón en su carne, una prueba de la que no había sido librado. A pesar de pedírselo tres veces, el Señor le respondió: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9). A la luz de este ejemplo, el presbítero puede entender mejor que debe esforzarse por vivir plenamente su propia consagración, permaneciendo unido a Cristo y dejándose imbuir por su Espíritu, a pesar de la experiencia de sus limitaciones humanas. Estas limitaciones no le impedirán cumplir su ministerio, porque goza de una gracia que le basta. En esa gracia, por tanto, el presbítero debe poner su confianza, y a ella debe recurrir, consciente de que así puede tender a la perfección con la esperanza de progresar cada vez más en la santidad.
Ordenación Diaconal de Solís Vidarte
Según la fe de la Iglesia, con la ordenación diaconal no sólo se confiere una nueva misión en la Iglesia, un ministerio, sino también una nueva consagración de la persona, vinculada al carácter que imprime el sacramento del orden, como signo espiritual e indeleble de una pertenencia especial a Cristo en el ser y, consiguientemente, en el actuar. En el diácono la exigencia de la perfección deriva, pues, de su participación en el sacerdocio de Cristo como autor de la Redención: el ministro no puede menos de reproducir en sí mismo los sentimientos, las tendencias e intenciones íntimas, así como el espíritu de oblación al Padre y de servicio a los hermanos que caracterizan al Agente principal.
Vestiduras por parte de la familia.
Entrega de la Biblia:
Toda la tradición cristiana, nacida de la sagrada Escritura, habla del sacerdote como hombre de Dios, hombre consagrado a Dios. Homo Dei: es una definición que vale para todo cristiano, pero que san Pablo dirige en particular al obispo Timoteo, su discípulo, recomendándole el uso de la sagrada Escritura (cf. 2 Tm 3, 16). Dicha definición se puede aplicar tanto al diácono, presbítero, como al obispo, en virtud de su especial consagración a Dios. A decir verdad, ya en el bautismo todos recibimos una primera y fundamental consagración, que incluye la liberación del mal y el ingreso en un estado de especial pertenencia ontológica y psicológica a Dios (cf. santo Tomás, Summa Theol., II.II, q. 81, a. 8).
Nuestra Identidad Episcopal Antigua, Católica y Bíblica, nos permite optar, fieles a la palabra de Dios y al carisma que él mismo impregnó en cada uno de los llamados, a ser célibes o casados. El Reverendo Diácono Solís optó por vivir su sacerdocio junto a su esposa, once hijos y varios nietos, lo que representa una gran bendición de Dios y un testimonio de vida cristiana sólido que enriquece a nuestra denominación cristiana.
Como nos indica nuestra identidad iluminada por la la tradición de toda la Iglesia Católica Antigua en su reservorio del siglo XVI en el Libro de Oración Común: "Hazle, oh Señor, modesto y humilde, fuerte y constante, para observar la disciplina de Cristo. Que su vida y enseñanza reflejen tus mandamientos, de tal modo que a través de él muchos lleguen a conocerte y amarte. Y así como tu Hijo vino no para ser servido sino para servir, concede que este diácono comparta el servicio de Cristo, y llegue a la gloria inacabable de aquél, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina, un solo Dios, por los siglos de los siglos."
Celebración Eucarística
Es el aspecto ascético del camino de la perfección, que el presbítero no puede recorrer sin renuncias y sin luchas contra toda suerte de deseos y anhelos que le impulsarían a buscar los bienes de este mundo, poniendo en peligro su progreso interior. Se trata del combate espiritual, del que hablan los maestros de ascesis, y que debe librar todo seguidor de Cristo, pero de manera especial todo ministro de la obra de la cruz, llamado a reflejar en sí mismo la imagen de Aquel que es sacerdos et hostia.
Cuando el diácono reconoce que ha sido llamado a servir de instrumento de Cristo, siente la necesidad de vivir en íntima unión con él, para ser instrumento válido del Agente principal. Por eso, trata de reproducir en sí mismo la vida consagrada (sentimientos y virtudes) del único y eterno sacerdote, que le hace partícipe no sólo de su poder, sino también de su estado de oblación para realizar el plan divino. Sacerdos et hostia.
Padre todopoderoso, te damos gracias porque nos has nutrido con el santo alimento del Cuerpo y Sangre de tu Hijo, y nos unes, por medio de él, en la comunión de tu Santo Espíritu. Te damos gracias porque levantas entre nosotros siervos fieles para el ministerio de tu Palabra y Sacramentos. Te suplicamos que el Reverendo Diácono Solis Vidarte sea para nosotros un ejemplo eficaz en palabra y obra, en amor y paciencia, y en santidad de vida. Concede que, junto con él, te sirvamos ahora, y que siempre nos gocemos en tu gloria; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros
Fotos: